Es la patria del vino, aquel bueno por excelencia.
Estamos hablando de Chianti o, como ha sido rebautizado en los años ochenta del siglo XX, por la consistente presencia de turista provenientes de Gran Bretaña y de los Estados Unidos de América, “Chiantishire”.
En verano, desde nuestra villa o casa rural en Toscana (talvez con piscina para combatir placenteramente las horas más cálidas del día) podremos observar el trabajo de los agricultores que preparan las plantas para la vendimia de septiembre.
En otoño, con parientes y amigos frente al fuego, podremos transcurrir las horas degustando un vino nuevo y saboreando “caldarroste” (castañas cocidas al fuego) o “ballotte” (castañas cocidas sobre carbones o hervidas en agua).
En invierno desde nuestra finca toscana podremos organizar divertidas giras por los distritos del Chianti, al descubrimiento de “sagras” (celebraciones pueblerinas, que hay realmente muchas) y “mercatini” (mercados, sobretodo de antigüedades).
En primavera, cuando la campiña es una explosión de colores, podremos visitar los tesoros que este territorio conserva desde siglo: la "Abadía de San Michele a Passignano", la "Certosa de Pontignano", la "cerca redonda" de "Monteriggioni". Todos con tomas de postal para nuestras fotos de recuerdo.