Hay un episodio que habla mucho sobre ciertos oficios. Unos años atrás Daniel Day-Lewis, actor británico, dos veces premio Oscar con “Mi pié izquierdo” y “El Petrolero”, decidió abandonar el ‘star system hollywoodiano’ y transcurrir un tiempo interpretando, en la realidad, el rol de pupilo zapatero en un taller artesanal de Borgo San Frediano.

Entonces, si nos encontramos transcurriendo unas vacaciones en Florencia, será natural dejarse seducir – en nuestro caso sólo por unas horas- por la belleza sin tiempo de gestos en los cuales se funden maestría y tradición.

Punto de partida: el Puente Vecchio, paso del 1300 bordeado por dos filas de orfebres y joyeros. Singular es además la historia de este monumento, entre los más sugestivos de la ciudad: inicialmente, en efecto, sus bodegas hospedaban los llamados “beccai”, los carniceros, acostumbrados a descargar los restos de su cuotidiana labor directamente en el río. Fue sólo a fines del 1500 que Ferdinando I, fastidiado por los efluvios que llegaban hasta dentro del Corredor Vasariano, que decidió sustituirlos por orfebres y joyeros.

Inmediatamente después de Ponte Vecchio, entre los palacios y las villas, las moradas históricas y los apartamentos de Florencia que surgen en Oltrarno, se celan talleres especializados en la elaboración de la madera y en la realización de cabellos de paja (en Santo Spirito), trabajadores de tejido de mobiliario, o si no, objetos de plata y vidrio (San Frediano), y lugares donde se realizan y venden carteras, zapatos y ropa en cuero o pieles (Santa Croce).