Dejando a nuestras espaldas la Puerta de San Lorentino, poco a poco nuestros ojos comienzan a distinguir el imponente perfil de la Catedral de San Donato , el duomo de Arezzo.

Esta construcción en bloques de arenaria ensamblados siguiendo los dictados del estilo gótico – precedida, sin embargo, por una amplia y escenográfica escalera sobre la cual parece velar la estatua de Ferdinando I de Medici – fue iniciada en 1278 para ser terminada tres siglos más tarde. Y además, la fachada de la iglesia es fruto de trabajos realizados a inicios del 1900, siguiendo el diseño del arquitecto aretino Dante Viviani.

Cabe señalar, que en su interior un fresco tiene la firma de Piero della Francesca , representando a la “Magdalena” y los caleidoscópicos vitrales, obra de Guillaume de Marcillat que, en las jornadas de sol, dan vida a fascinantes juegos de luz.

Descendiendo por vía Cesalpino, a la sombra de los palacios patricios y de los apartamentos surgidos en la parte alta de Arezzo, terminamos por encontrarnos frente a la basílica de San Francesco , del 1300.

Sobre las paredes de su ábside, se encuentra una de las obras de las artes renacentistas: el ciclo de frescos, obra de Piero della Francesca e indicados con el nombre de “ Leyenda de la Vera Croce ” (1453-1466).

En fin, para concluir este nuestro viaje entre las iglesias de Arezzo, merecen mención la parroquia románica de Santa María (XII siglo) con su característico campanario “de los cien agujeros”; la Badía donde Andrea Pozzo, con la técnica del trompe l’oeil, ha diseñado una cúpula ficticia; entre algunas casas rurales un poco fuera de Arezzo, Santa María delle Grazie con su sugestivo pórtico.