Situado en los límites entre Gaiole in Chianti y Castelnuovo Berardenga, y por lo tanto, en los límites entre las provincias de Florencia y Siena, en el pasado, el castillo de Brolio ha ejercido principalmente una función defensiva frente a los asaltos del ejército de Siena a Florencia.

El castillo, que se remonta por lo menos al siglo X, tiene origen lombarda, como se evidencia por el nombre del lugar en el cual se levanta: Brolio, en efecto, deriva del término lombardo “brolo”, que significa “espacio verde cercado, con al centro el castillo del señor”. Sin embargo, de la estructura original, hoy en día queda solamente el basamento del encofrado.

En 1141 el castillo se convierte en propiedad de la familia Ricasoli y en el curso de los siglos fue asediado y conquistado muchas veces por los seneses, para luego ser nuevamente reconquistado por los ejércitos florentinos. Los asaltos más famosos fueron los de 1252, 1434 – cuando la Señoría de Florencia tuvo que enviar a Neri Capponi para liberar a la familia Ricasoli, que había sido hecha prisionera por los seneses – y 1478.

Después de la conquista de Siena por parte de Florencia, el castillo perdió su función defensiva y fue transformado en una magnífica residencia señorial con anexa una hacienda agrícola y vinícola, aún hoy en día famosa por la producción del Chianti Clásico.

Por encargo del barón Bettino Ricasoli, en 1835, el arquitecto Pietro Marchetti, inició los trabajos de reestructuración del castillo, según los principios del “Gothic Revival”, un estilo que desde Inglaterra se estaba difundiendo en toda Europa. En esta ocasión, la estructura fue transformada en un castillo inglés de ladrillos rojos, con elementos ajenos a la arquitectura italiana, como las torretas almenadas y las ventanas al estilo Tudor.

El castillo está circundado por un parque, dividido en dos sectores: un jardín a la italiana, con orígenes en el siglo XVI y un parque romántico realizado en el siglo XIX por encargo de Simone Ricasoli.